UNA VISITA REAL AL PANTANO DEL CHORRO
(Entrada IV)
Alfonso
XIII visita el Pantano y colocación de la última piedra.
Estación de Gobantes, nueve de
la mañana del sábado 21 de mayo de 1921, el día ha amanecido muy nublado y la
lluvia hace acto de presencia esporádicamente. Las autoridades que han llegado
en convoy especial desde Málaga llevan rato esperando al tren real, trae
retraso. Aguantan estoicamente las arrecidas del mal tiempo que se ha
presentado esta mañana primaveral, por otro lado raro, tanto mal tiempo en
estas fechas. Las casas y los establecimientos públicos y cafés cercanos a la
estación se encuentran adornados con flores y plantas, banderitas y mensajes
patrióticos. Allí, en los andenes, esperan los regantes del Sindicato Agrícola
del Guadalhorce y los invitados a este viaje por tierras del norte de la
provincia de Málaga, entre ellos está el alcalde de Málaga Francisco García, el
gobernador civil Sr. Salas, el marqués de Larios, el diputado Luis de Armiñán,
el obispo de la diócesis Manuel González, el marqués de Sotomayor y el propio Rafael
Benjumea, verdadero artífice de estos actos, así como la Banda Municipal de
Málaga.
21 de mayo de 1921. Autoridades e invitados esperan al Rey en la estación de Gobantes. |
Cerca de los andenes y aparcados
en un segundo plano de la estación, se encuentran los vehículos estacionados
que han llegado desde Málaga y que han de llevar al Rey, a Benjumea y a parte
de la comitiva a la cola del pantano para el recorrido previsto.
A las doce de la mañana
apareció, por fin, el tren real. Trae un retraso de unas dos horas sobre el
horario previsto. Este retraso se debió a la rotura de una biela en la máquina
del expreso ascendente Sevilla-Madrid a la altura de la estación de Vilches[1].
La máquina viene adornada con
banderolas y guirnaldas. Tras unos minutos de emocionante silencio la Banda
Municipal vibró majestuosa interpretando los sones de la Marcha Real, al acabar
la orquesta se dejó sentir la poderosa voz del diputado Luis de Armiñán al
gritar: ¡Viva el Rey!
Tríptico de invitación a los actos que se desarrollarían en El Chorro con la visita de Alfonso XIII. Esta era la invitación del alcalde de Málaga Francisco García Almendros. A.M.M. |
Es grande el entusiasmo mostrado
por los presentes que aguardaban al Rey. Los vítores y las ovaciones resonaba
en el espacio. El júbilo invadía a todos y en esa felicidad se unían
personalidades y el numeroso público que se había dado cita en la estación de
Gobantes esa mañana.
Asoma el Monarca a la puerta del
coche real, desciende del tren y seguidamente lo hacen sus acompañantes: el
ministro de Fomento Juan Lacierva, el marqués de Viana, el de Villaviciosa y el
de Torrenueva de Foronda, Jorge Silvela, el anterior ministro de Fomento Emilio
Ortuño, el ingeniero de Caminos Rodolfo Gelabert, periodistas y fotógrafos de
Madrid.
En la estación esperan las autoridades e invitados acompañados de la banda de música. |
Los bares y cantinas de Gobantes se han decorado en honor del ilustre visitante. Foto: Noticias de Álora. |
Después de los saludos de rigor,
el Rey es conducido a los automóviles que aguardan al lado del edificio de la
estación para partir en dirección a la cola del pantano por la carretera de
Ardales. De Gobantes pasan por Peñarrubia y se dirigen a la cola del pantano.
Poco antes de llegar a Ardales y cerca del Cerro de la Grajera, en una playa
que forma aquí el embalse se ha improvisado un embarcadero, aquí esperan las
barcas gasolineras para trasladar a los visitantes a la presa del embalse.
Navegan por los más de cinco kilómetros que tiene en esos momentos el agua
embalsada y tras la travesía, en la que no ha dejado de llover, arriban en la
orilla norte del embalse, cerca del rebasadero y de la casita que Benjumea
mandó construir a modo de cantina y economato[2] para los trabajadores del
pantano. Desde este punto, la comitiva dirige sus pasos en dirección de la Casa
de Administración, que aunque este edificio tiene embarcadero propio, los
organizadores han querido traer al Monarca hasta este sitio de la presa para
hacer el recorrido a pie y conocer toda esta parte del embalse. Por encima de
la Casa de Administración se ha levantado una gran carpa para dar cabida a los
numerosos invitados a estos actos, han llegado desde la zona del desembarco por
un camino que transcurre por la orilla izquierda, aunque los organizadores se
han esmerado en limpiar, adornar y adecuar lo mejor posible para el paso de Su
Majestad y sus ilustres acompañantes, la pertinaz lluvia ha convertido casi en
un barrizal todo el trayecto.
Alfonso XIII a su llegada a la estación de Gobantes saluda a las autoridades que le aguardaban. |
En los alrededores de la carpa
montada al efecto de dar cabida a todos los asistentes ya esperan las personas
que no han podido acompañar al Monarca y a su séquito. A estos no les ha
quedado más remedio que retroceder desde la estación de Gobantes por las vías
del tren hasta el apartadero del Coscojal utilizando unos trenes especiales que
la compañía de los Andaluces a dispuesto para la ocasión y facilitar el
transporte al resto de visitantes. Estos se apean en El Coscojal, allí les
espera una especie de trenecito eléctrico o tranvía con varias vagonetas que
los operarios llaman "zorrillas" para trasladarlos desde el
apartadero al pie de la presa del pantano. Para ello cruzan el puente sobre el
río Guadalhorce, al que ya se le ha unido por su derecha el Guadalteba, este
puente se llama de la Junta de los Ríos o Puente de los Tres Ríos, porque en él
confluyen aparte de los dos ríos expresados anteriormente, el Turón, o lo que
deja pasar la presa del pantano, cuya presa está construida sobre el lecho de
este último. El recorrido a bordo de este tranvía eléctrico es una delicia,
pasa desde la salida del el Coscojal por la orilla izquierda del embalse del
Gaitanejo, cruza el mencionado Puente de la Junta de los Ríos, gira a la
izquierda, dejando a su derecha las vías que conducen a la cantera donde se ha
extraído la mayoría de los bloques de piedra y sillares para la construcción de
la presa. Al cruzar este puente y en la parte alta de la pared que delimita las
dos direcciones que hemos comentada hay un gran letrero, sobre una flecha con
dirección a la izquierda en que se puede leer: "AL PANTANO". El
trenecito, pues, gira a la izquierda en la dirección que indica la flecha y el
rótulo. El paisaje que se ofrece a los
visitantes es sorprendente, aparte de mostrar en todo su esplendor la cola del
nuevo embalse del Gaitanejo, construido poco antes de la presa del pantano del
Chorro es impresionante, como a la altura por donde discurre el tranvía
eléctrico, este se desliza entre la pared, cortada a pico y donde se ha
excavado una plataforma para dar paso a los pequeños convoyes con materiales
desde el Coscojal y de las canteras a la presa del pantano y el barranco sobre
la superficie de la cola del embalse del Gaitanejo. Tras atravesar unas bóvedas
soportadas por unas columnas, de bella factura que parecen aguantar la montaña,
se dejan ver los tajos de la vertiente opuesta, en ellos se aprecian varias
viviendas de los obreros y lugareños que han aprovechado algunas cuevas y
abrigos, abiertas en estos tajos para establecer sus precarios habitáculos,
cuyas fachadas resaltan a la vista el color blanco y contrastan con el color
oscuro de la roca arenisca donde están situadas. Los viajeros se apean en el
puente que cruza el arroyo de la Moneda, y por un camino que sale de este
puente remontan a la presa del pantano, cuando llegan a la coronación se quedan
embelesados al contemplar el paisaje de un lago rodeado de montañas que a más
de uno se le antoja que están en la propia Suiza. A la derecha, al fondo, sobre
un cerro ven la carpa que se ha levantado para el acto, un poco más abajo
sobresale la bonita casa de la Administración. Por un camino que bordea la
orilla norte del embalse con un piso muy embarrado pese a los cuidados que los
operarios han puesto en su acondicionamiento, pero que la incesante lluvia no
ha dejado de encharcar todo el recorrido. El panorama que se va ofreciendo a
los ojos de los visitantes cada vez sorprende más y más. En esta parte de la
montaña y lo mismo que en las verticales paredes que existen cerca de la presa,
aguas abajo y cola del Gaitanejo, en las verticales rocas se abren unos abrigos
y cuevas en sitios inverosímiles que también sirven de viviendas a los obreros.
La lluvia, que no ha dejado de
persistir durante toda la mañana, aún con cortos intervalos de escampada, arreciaba
por momentos. Sobre las cumbres de las montañas de alrededor se anclan unas
nubes grises, oscuras, que siguen anunciando la pertinaz lluvia que los
visitantes aguantan estoicamente. Ante el lago que forma el embalse, que semeja
a uno suizo y coronando un cerro tras la Casa de Administración se ve la carpa
dispuesta para el almuerzo.
Ya toda la comitiva se ha
reunido en torno al Monarca que ya se acomoda en la carpa montada exprofeso
para dar cabida a todos los invitados. Antes por el camino de la Casa de
Administración y bajo la lluvia torrencial que cae en esos momentos don Alfonso
va oyendo las explicaciones que Benjumea le va dando amparados bajo el mismo
paraguas del ingeniero creador de esta colosal obra.
Por el camino van oyendo los
vítores que los obreros, campesinos y gente venidos de las poblaciones
cercanas, que no han querido perderse la ocasión de ver al rey en persona, le
lanzan al paso de la comitiva:
—¡Viva Alfonso XII! —Grita un
obrero, lleno de entusiasmo y apasionamiento.
—XIII, Alfonso XIII —Le
rectifica el monarca jovial, que sonríe a Benjumea ante la ocurrencia del
obrero.
Y otro, que parece no ser menos
que el anterior grita:
—¡Viva don Rafael Benjumeda! —A
lo que el ingeniero le corrige:
—Benjumea, Rafael Benjumea. E
ingeniero y monarca se cruzan una mirada cómplice y divertida al terminar esta
expresión de júbilo por parte de los obreros asistentes.
Han llegado ya a la casa de
Administración, en ella Benjumea describe y muestra los planos y demás documentos
utilizados para la construcción de semejante obra, el rey queda maravillado con
las explicaciones del ingeniero y se congratula del excelente resultado de
ellas.
Cuando el rey hubo conocido con
todo detalle la obra realizada y la de los canales, aún por construir, para
llevar el liquido elemento a toda la cuenca baja del Guadalhorce y que
arrancaran desde El Chorro para regar toda esta vasta superficie.
Desde la casa de Administración
suben hasta el cerro donde se ha instalado la gran carpa para acoger a todos
los invitados. Tomó asiento en la mesa presidencial el rey. A su derecha se
sentó el ministro de Fomento Lacierva y a su izquierda el obispo de Málaga
Manuel González, seguidos a ambos lados por las altas personalidades que
acompañaban al Rey a este acto.
En otras mesas, hasta el número
de nueve, tomaron asiento más de doscientos comensales, personalidades
representativas de los más altos cargos de la capital de la provincia,
autoridades de toda naturaleza, periodistas, escritores y fotógrafos de
revistas y diarios de Málaga y Madrid. Acto seguido se arregló el almuerzo
servido por la casa Tournié de Madrid que fue de lo más exquisito. El menú
estuvo compuesto por capones asados;
ensalada mimosa, crema de potaje St. Germain, bomba helada Puerto Rico, pastel
de naranja, torta al chéster y numerosas viandas más.
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