viernes, 2 de octubre de 2020

 UNA VISITA REAL AL PANTANO DEL CHORRO



(Entrada IV)

 

Alfonso XIII visita el Pantano y colocación de la última piedra.

 


 

Estación de Gobantes, nueve de la mañana del sábado 21 de mayo de 1921, el día ha amanecido muy nublado y la lluvia hace acto de presencia esporádicamente. Las autoridades que han llegado en convoy especial desde Málaga llevan rato esperando al tren real, trae retraso. Aguantan estoicamente las arrecidas del mal tiempo que se ha presentado esta mañana primaveral, por otro lado raro, tanto mal tiempo en estas fechas. Las casas y los establecimientos públicos y cafés cercanos a la estación se encuentran adornados con flores y plantas, banderitas y mensajes patrióticos. Allí, en los andenes, esperan los regantes del Sindicato Agrícola del Guadalhorce y los invitados a este viaje por tierras del norte de la provincia de Málaga, entre ellos está el alcalde de Málaga Francisco García, el gobernador civil Sr. Salas, el marqués de Larios, el diputado Luis de Armiñán, el obispo de la diócesis Manuel González, el marqués de Sotomayor y el propio Rafael Benjumea, verdadero artífice de estos actos, así como la Banda Municipal de Málaga.


21 de mayo de 1921. Autoridades e invitados esperan al Rey en la estación de Gobantes.

Cerca de los andenes y aparcados en un segundo plano de la estación, se encuentran los vehículos estacionados que han llegado desde Málaga y que han de llevar al Rey, a Benjumea y a parte de la comitiva a la cola del pantano para el recorrido previsto.

A las doce de la mañana apareció, por fin, el tren real. Trae un retraso de unas dos horas sobre el horario previsto. Este retraso se debió a la rotura de una biela en la máquina del expreso ascendente Sevilla-Madrid a la altura de la estación de Vilches[1].

La máquina viene adornada con banderolas y guirnaldas. Tras unos minutos de emocionante silencio la Banda Municipal vibró majestuosa interpretando los sones de la Marcha Real, al acabar la orquesta se dejó sentir la poderosa voz del diputado Luis de Armiñán al gritar: ¡Viva el Rey!

Tríptico de invitación a los actos que se desarrollarían en El Chorro con la visita de Alfonso XIII. Esta era la invitación del alcalde de Málaga Francisco García Almendros. A.M.M.



Es grande el entusiasmo mostrado por los presentes que aguardaban al Rey. Los vítores y las ovaciones resonaba en el espacio. El júbilo invadía a todos y en esa felicidad se unían personalidades y el numeroso público que se había dado cita en la estación de Gobantes esa mañana.

Asoma el Monarca a la puerta del coche real, desciende del tren y seguidamente lo hacen sus acompañantes: el ministro de Fomento Juan Lacierva, el marqués de Viana, el de Villaviciosa y el de Torrenueva de Foronda, Jorge Silvela, el anterior ministro de Fomento Emilio Ortuño, el ingeniero de Caminos Rodolfo Gelabert, periodistas y fotógrafos de Madrid.


En la estación esperan las autoridades e invitados acompañados de la banda de música.

Los bares y cantinas de Gobantes se han decorado en honor del ilustre visitante. Foto: Noticias de Álora.

Después de los saludos de rigor, el Rey es conducido a los automóviles que aguardan al lado del edificio de la estación para partir en dirección a la cola del pantano por la carretera de Ardales. De Gobantes pasan por Peñarrubia y se dirigen a la cola del pantano. Poco antes de llegar a Ardales y cerca del Cerro de la Grajera, en una playa que forma aquí el embalse se ha improvisado un embarcadero, aquí esperan las barcas gasolineras para trasladar a los visitantes a la presa del embalse. Navegan por los más de cinco kilómetros que tiene en esos momentos el agua embalsada y tras la travesía, en la que no ha dejado de llover, arriban en la orilla norte del embalse, cerca del rebasadero y de la casita que Benjumea mandó construir a modo de cantina y economato[2] para los trabajadores del pantano. Desde este punto, la comitiva dirige sus pasos en dirección de la Casa de Administración, que aunque este edificio tiene embarcadero propio, los organizadores han querido traer al Monarca hasta este sitio de la presa para hacer el recorrido a pie y conocer toda esta parte del embalse. Por encima de la Casa de Administración se ha levantado una gran carpa para dar cabida a los numerosos invitados a estos actos, han llegado desde la zona del desembarco por un camino que transcurre por la orilla izquierda, aunque los organizadores se han esmerado en limpiar, adornar y adecuar lo mejor posible para el paso de Su Majestad y sus ilustres acompañantes, la pertinaz lluvia ha convertido casi en un barrizal todo el trayecto.


Alfonso XIII a su llegada a la estación de Gobantes saluda a las autoridades que le aguardaban.


En los alrededores de la carpa montada al efecto de dar cabida a todos los asistentes ya esperan las personas que no han podido acompañar al Monarca y a su séquito. A estos no les ha quedado más remedio que retroceder desde la estación de Gobantes por las vías del tren hasta el apartadero del Coscojal utilizando unos trenes especiales que la compañía de los Andaluces a dispuesto para la ocasión y facilitar el transporte al resto de visitantes. Estos se apean en El Coscojal, allí les espera una especie de trenecito eléctrico o tranvía con varias vagonetas que los operarios llaman "zorrillas" para trasladarlos desde el apartadero al pie de la presa del pantano. Para ello cruzan el puente sobre el río Guadalhorce, al que ya se le ha unido por su derecha el Guadalteba, este puente se llama de la Junta de los Ríos o Puente de los Tres Ríos, porque en él confluyen aparte de los dos ríos expresados anteriormente, el Turón, o lo que deja pasar la presa del pantano, cuya presa está construida sobre el lecho de este último. El recorrido a bordo de este tranvía eléctrico es una delicia, pasa desde la salida del el Coscojal por la orilla izquierda del embalse del Gaitanejo, cruza el mencionado Puente de la Junta de los Ríos, gira a la izquierda, dejando a su derecha las vías que conducen a la cantera donde se ha extraído la mayoría de los bloques de piedra y sillares para la construcción de la presa. Al cruzar este puente y en la parte alta de la pared que delimita las dos direcciones que hemos comentada hay un gran letrero, sobre una flecha con dirección a la izquierda en que se puede leer: "AL PANTANO". El trenecito, pues, gira a la izquierda en la dirección que indica la flecha y el rótulo. El paisaje  que se ofrece a los visitantes es sorprendente, aparte de mostrar en todo su esplendor la cola del nuevo embalse del Gaitanejo, construido poco antes de la presa del pantano del Chorro es impresionante, como a la altura por donde discurre el tranvía eléctrico, este se desliza entre la pared, cortada a pico y donde se ha excavado una plataforma para dar paso a los pequeños convoyes con materiales desde el Coscojal y de las canteras a la presa del pantano y el barranco sobre la superficie de la cola del embalse del Gaitanejo. Tras atravesar unas bóvedas soportadas por unas columnas, de bella factura que parecen aguantar la montaña, se dejan ver los tajos de la vertiente opuesta, en ellos se aprecian varias viviendas de los obreros y lugareños que han aprovechado algunas cuevas y abrigos, abiertas en estos tajos para establecer sus precarios habitáculos, cuyas fachadas resaltan a la vista el color blanco y contrastan con el color oscuro de la roca arenisca donde están situadas. Los viajeros se apean en el puente que cruza el arroyo de la Moneda, y por un camino que sale de este puente remontan a la presa del pantano, cuando llegan a la coronación se quedan embelesados al contemplar el paisaje de un lago rodeado de montañas que a más de uno se le antoja que están en la propia Suiza. A la derecha, al fondo, sobre un cerro ven la carpa que se ha levantado para el acto, un poco más abajo sobresale la bonita casa de la Administración. Por un camino que bordea la orilla norte del embalse con un piso muy embarrado pese a los cuidados que los operarios han puesto en su acondicionamiento, pero que la incesante lluvia no ha dejado de encharcar todo el recorrido. El panorama que se va ofreciendo a los ojos de los visitantes cada vez sorprende más y más. En esta parte de la montaña y lo mismo que en las verticales paredes que existen cerca de la presa, aguas abajo y cola del Gaitanejo, en las verticales rocas se abren unos abrigos y cuevas en sitios inverosímiles que también sirven de viviendas a los obreros.


La lluvia, que no ha dejado de persistir durante toda la mañana, aún con cortos intervalos de escampada, arreciaba por momentos. Sobre las cumbres de las montañas de alrededor se anclan unas nubes grises, oscuras, que siguen anunciando la pertinaz lluvia que los visitantes aguantan estoicamente. Ante el lago que forma el embalse, que semeja a uno suizo y coronando un cerro tras la Casa de Administración se ve la carpa dispuesta para el almuerzo.

Ya toda la comitiva se ha reunido en torno al Monarca que ya se acomoda en la carpa montada exprofeso para dar cabida a todos los invitados. Antes por el camino de la Casa de Administración y bajo la lluvia torrencial que cae en esos momentos don Alfonso va oyendo las explicaciones que Benjumea le va dando amparados bajo el mismo paraguas del ingeniero creador de esta colosal obra.

Por el camino van oyendo los vítores que los obreros, campesinos y gente venidos de las poblaciones cercanas, que no han querido perderse la ocasión de ver al rey en persona, le lanzan al paso de la comitiva:

—¡Viva Alfonso XII! —Grita un obrero, lleno de entusiasmo y apasionamiento.

—XIII, Alfonso XIII —Le rectifica el monarca jovial, que sonríe a Benjumea ante la ocurrencia del obrero.

Y otro, que parece no ser menos que el anterior grita:

—¡Viva don Rafael Benjumeda! —A lo que el ingeniero le corrige:

—Benjumea, Rafael Benjumea. E ingeniero y monarca se cruzan una mirada cómplice y divertida al terminar esta expresión de júbilo por parte de los obreros asistentes.

Han llegado ya a la casa de Administración, en ella Benjumea describe y muestra los planos y demás documentos utilizados para la construcción de semejante obra, el rey queda maravillado con las explicaciones del ingeniero y se congratula del excelente resultado de ellas.

Cuando el rey hubo conocido con todo detalle la obra realizada y la de los canales, aún por construir, para llevar el liquido elemento a toda la cuenca baja del Guadalhorce y que arrancaran desde El Chorro para regar toda esta vasta superficie.

Desde la casa de Administración suben hasta el cerro donde se ha instalado la gran carpa para acoger a todos los invitados. Tomó asiento en la mesa presidencial el rey. A su derecha se sentó el ministro de Fomento Lacierva y a su izquierda el obispo de Málaga Manuel González, seguidos a ambos lados por las altas personalidades que acompañaban al Rey a este acto.

En otras mesas, hasta el número de nueve, tomaron asiento más de doscientos comensales, personalidades representativas de los más altos cargos de la capital de la provincia, autoridades de toda naturaleza, periodistas, escritores y fotógrafos de revistas y diarios de Málaga y Madrid. Acto seguido se arregló el almuerzo servido por la casa Tournié de Madrid que fue de lo más exquisito. El menú estuvo compuesto por capones asados; ensalada mimosa, crema de potaje St. Germain, bomba helada Puerto Rico, pastel de naranja, torta al chéster y numerosas viandas más.



[1] La Libertad, Madrid 22.05.1921

[2] A día de hoy la Cantina sigue funcionando como bar y restaurante.